«Días de Mariposa» es una novela corta en la que estuve trabajando hace ya un tiempo, la voy a publicar en pequeñas partes todos los martes a las 18hs hora Argentina, 23hs hora de España, 17hs Miami.
Espero que la disfruten:
Juan, llegó muy nervioso a su casa ignorando la venganza de Karina, corrió hacia el patio de atrás y tomó la llave escondida en la plantera, mientras en la casa de un vecino se podía ver como una anciana llamaba a su pareja a que viera el divertido espectáculo del popular joven.
Una vez dentro de su hogar, Juan se calmó, y tras unos minutos de estar sentado en la cama de su pieza, se levantó y se puso su mejor vestimenta, aún era temprano, no se iba a rendir por nada y todavía tenía cartas bajo la manga.
Juan apostaría a lo que mejor resultado le daba, el cara a cara en el boliche, pero necesitaba a sus amigos ya que estos eran su cábala, ellos nunca le fallarían.
Tanto José como Martín no contestaron sus teléfonos, solo quedaba Leandro.
-¿Cómo andas Leandro todo bien?
-Ah, hola Juan ¿Cómo andás? -respondió tímidamente Leandro.
-¿Y qué hacemos esta noche? ¿Salimos?
-Eh no, hoy no va a poder ser, es que quedé en hacer algo con Romina.
-¿Romina? No sabía que tenías una hermana que se llama Romina.
-No, no es mi hermana -respondió Leandro riendo -es la chica que conocí anoche en el baile de la primavera, tal vez la próxima.
-A bueno, chau, suerte con tu chica eh. – “tal vez la próxima ¡Maldita sea quien los necesita! Me voy solo” pensó Juan.
Se dejó llevar por el encanto de las luces nocturnas, a tres cuadras del boliche estacionó su dañado carro para que no supieran que era suyo y se dirigió caminado hacia la entrada del club bailable.
-¿Hola Javier cómo estás? -saludó desde lejos Juan levantando la mano.
Javier que era uno de los patovicas de la puerta siempre lo saludaba de manera alegre ya que él era cliente frecuente, pero esta vez solo lo miró unos segundos para después voltear la vista hacia el tumulto de gente dispuesta a entrar a divertirse.
Este era su fuerte, su arena, aquí él se sentía el local; pidió un trago al cantinero y posándose por la barra observó a los cuerpos danzar, esperando encontrar a aquella que pudiera romper su maldición. Pasando unos minutos divisó a una señorita que bailaba junto a sus amigas, a esta trataría de seducir. Tomó un último trago y se dirigió a ello pero a cada paso que daba todo lo que le rodeaba se volvía borroso y su cabeza se volvía una tormenta de dolores, aun así luchó contra su estado para acercarse a aquella muchacha, entre los cuerpos de sombras que lo chocaban en su lento ir la bella mujer parecía una estrella a miles de kilómetros de él, una bella mariposa nocturna que volaba alejándose de la vista de Juan, luego ya no pudo más y cayó desmayado ante quienes estaban en la pista de baile. Ya no eran sus días de algarabía y victoria, y tal vez esos días ya no volverían.
…continuará
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