El Tesoro del Rey (parte 2)


Todo era tinieblas en la tierra, el comandante volaba bajo, cansado de tanto buscar y nada encontrar. Esta vez las nubes no se disiparon y el sol que tanto quería para su consuelo no aparecía ante su ojo, aquella gran bola de fuego brillante que en otros tiempos habría sido un adorno más en sus estancias privilegiadas en su actualidad era lo más hermoso que existía en la extensa oscuridad en donde estaba prisionero junto a los demás seres derrotados; el hecho de haber podido tocar al sol lo llenaba de orgullo, con esta excusa él más adelante diría que la estrella era de su pertenencia.

Pasados varios años de búsqueda, al fin pudo encontrar un hueco de luz entre las nubes, era su preciada lumbrera que posaba sobre un hermoso bosque, un bosque único y lleno de vida, había encontrado algo inesperado en aquel sombrío lugar, un paraíso rodeado de la nada del desierto que imperaba. “¿Qué es esto?” pensó extrañado. Luego con una sonrisa en la boca, se percató: “¡Es el tesoro del rey, y está aquí en este inmundo lugar!”. Así fue que dio la vuelta y fue a buscar a su ejército para saquear el lugar.

Se sentó en una colina y de un gran grito llamó a sus soldados pero nadie apareció, ellos no querían salir ante un líder que los había decepcionado como también los había condenado para toda la eternidad. Entonces él se levantó y empezó a recoger piedras que había encontrado en esos largos años de recorrer la tierra vacía y las fue juntando en aquella colina, luego con sus manos destruidas, manos que antes eran hermosas, comenzó a trabajarlas hasta convertirlas en bellos materiales muy similares a los que se encontraban en el gran palacio; esto comenzó a llamar la atención de algunos, él aún no había perdido su talento de transformar las cosas simples en espectaculares, uno de sus grandes talentos.

Tras haber trabajado las piedras y convertirlas en materiales especiales comenzó a unirlas y apilarlas, hasta que por fin terminó por crear un altar como aquellos que solo se encontraban en los aposentos del rey, “quien necesita estar en el reino, si puede crear el suyo propio” pensaba “puedo crear un reino mil veces mejor que aquel”. Esto fascinó a su ejército que se acercó al altar muy entusiasmado, esto era mínimamente parecido a la gloria que supieron conocer en el pasado, entonces esperaron a que él hablase.

Parado frente a su ejército, el comandante contó lo que había encontrado y comentó su plan arengando a su gente pero ellos seguían escondidos entre las rocas, temerosos.

-¡No queremos! –gritaron. – ¡Tenemos miedo de las represalias del rey!

El comandante enojado habló a gran voz, se daba cuenta que ya no le tenían el respeto ni la confianza de ayer; estaba obligado a realizar un acto majestuoso para convencerlos nuevamente.

-¡Está bien! ¡Iré yo solo! –dijo irritado. -¡Y verán que robaré el tesoro del rey y se los traeré! ¡Miles vendrán tras de mí! ¡Nuestro ejército será aún más fuerte que en nuestra antigua gloria, y ustedes formarán parte de él!

Desde sus escondites, expectantes, observaban al comandante camuflarse e infiltrarse en el bosque; su batallón lo esperaría añorando victoriosos resultados.

Fin.

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