«Días de Mariposa» es una novela corta en la que estuve trabajando hace ya un tiempo, la voy a publicar en pequeñas partes todos los martes a las 18hs hora Argentina, 23hs hora de España, 17hs Miami.
Espero que la disfruten:
Día Cuatro
-Oh Juancito querido, mi bebé al fin despertaste -entre lágrimas la mujer lo abrazó.
-¿Mamá que me pasó? ¿Dónde estoy?
-Mi bebé estas en el hospital, pasaste dos días en coma profundo, estaba muy asustada, pensé que te perdía -muy emocionada la mujer le contestó abrazándole fuertemente. -No sé en qué andabas pero el doctor me dijo que fue a causa del alcohol, tu cuerpo ya no lo tolera y eso casi te lleva a la muerte.
Frunciendo el ceño, aun confundido recordó a la mariposa, la había dejado en su dormitorio junto a su cama, el tiempo pasaba ante sus ojos y le aterraba pensar que pudiera pasarle algo al insecto.
-Mamá necesito pedirte algo muy importante, en mi cuarto hay un frasco con una mariposa, debes traérmelo urgente, por favor -con los ojos enrojecidos y la voz nerviosa le dijo él.
-Pero, pero -Juan le tomó la mano y la miró fijamente respirando entrecortadamente -…está bien, en un rato estoy devuelta con tu bichito.
-Cuidá que nada le pase a la mariposa -dijo Juan al instante que su madre se alejaba de la cama donde se encontraba postrado y se acercaba a la puerta principal para cerrarla lentamente tras de sí.
Juan miró hacia sus costados preguntándose confundido en donde se encontraba, era una habitación bastante grande en donde habían otras camas con otras personas allí, era la sala de emergencias de un hospital. “¡Pero mi padre paga un buen seguro médico ¿Por qué tengo que compartir la habitación con esta gente?!” se preguntó ofuscado creyendo que por algún motivo especial el se merecía algo mejor, según el mismo claro. Luego recordó su necesidad de buscar el amor que lo salve de su maldición, observó las demás camas y las personas que se encuentran allí, era una buena cantidad de hombres que el motivo más probable de su estadía en dicho nosocomio se debía a una vida desordenada rodeando al bendito alcohol, aquel que quita e impone las penas.
“Ninguna mujer bonita, va tampoco feíta” pensó Juan decepcionado, en la cama que estaba junto a él había un hombre de unos 50 años que no paraba de mirarlo, Juan primero lo ignoró, pero después se le hizo difícil seguir haciéndolo; su mirada era constante y no era agresiva, es más, parecía estar atraído por la belleza de nuestro joven héroe de las fiestas nocturnas. Juan lo miró también, frunciendo el seño y pensativo “me dijo que busque el amor, pero no contempló el sexo” se dijo para sus adentros luego sacudió su cabeza reprochándose a si mismo por haber pensado algo así.
-¡Que tanto me miras así!- le dijo Juan mostrando masculinidad.
-Hay, pero no es para que te enojes así, papi- le respondió el hombre con gestos amanerados y sonrisa burlona.
…continuará.
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