Los niños jugaban en el árido lugar con una pelota de trapo que cada vez que era pateada levantaba un vendaval de polvo, mientras, sentadas sobre unas piedras, las viejas los vigilaban en la calurosa tarde hasta que se ocultara el sol; se repartían entre ellas un cuenco con pequeñas cantidades de agua que les servía para sobrevivir y les reservaban un poco a los chicos para que tomaran una vez que estos terminaran de jugar y sea la hora de refugiarse de la helada noche.
-Ya es hora de entrar en la cueva- avisó el anciano cacique mientras el sol se iba dirigiendo hacia el horizonte para darle paso a su amiga la luna.
Los pequeños junto con las mujeres entraron a la cueva y en ronda se sentaron al rededor de una fogata en donde se calentaban cubriéndose el cuerpo entero con viejas pieles; el anciano cacique, sin mirar al resto de la tribu, de rodillas rezaba en una esquina de la cueva a un pequeño altar de piedras en donde tenia una pequeña planta seca.
– Es momento de contar la leyenda- le dijo una mujer acercándose al anciano que rezaba.
-Si, si- respondió el anciano no sin antes arrodillarse dos veces mas al frente de la planta seca.
El hombre mayor se acercó a la ronda ayudado de la mujer y se sentó con los demás, se limpió con la mano su rojiza y arrugada frente que se había ensuciado con polvo cuando rezaba y después empezó a hablar.
-Antes, hace mucho tiempo, este lugar estaba cubierto de miles de arboles, cientos de animales vivían aquí, y un gran río recorría toda la región proveyendo de peces y de vida a miles de nuestros antepasados.
Los niños lo escuchaban sin hablar, mientras el fuego hacia sonar las pequeñas ramas consumiéndose al darles calor, el aciano continuó.
-Eramos felices, pero un día llegó el demonio de fuego de la motosierra, y segado por la ambición dejó que las llamas se esparcieran por todo el lugar. Cientos de animales y plantas perecieron, y con el tiempo, la región se volvió árida y los arboles polvo, nada más creció aquí y esto hizo que ya no haya animales- el anciano hizo una pausa por culpa de una tos crónica que lo acosaba, luego continuó- no solo animales, también hombres, y de todos los rincones donde se haya sabido que hubiera humanos a causa del aire que se volvió humo ya no pudieron vivir como lo hicieron una vez.
los niños lo miraban con una mezcla de terror y de asombro, porque al conocer la historia sabían que faltaba algo mas
-Pero no todo estaba perdido-dijo el anciano- la humanidad clamó , el demonio de la motosierra pereció consumido por su propio odio y la madre tierra luego de muchos años parió esa pequeña planta que ven ahí- el viejo señaló el altar donde antes estuvo rezando- nosotros debemos cuidarla asi como lo hizo mi padre, y el padre de mi padre; porque algún día la madre tierra hará que crezca, y todo volverá a ser como antes.
Los niños miraron la planta seca que estaba en el altar, de repente uno de los niños comenzó a gritar, y las mujeres abrazándose rompieron en llanto; el día prometido por la madre tierra había llegado, de una de las ramas secas vieron aparecer una hermosa flor, la primera flor que la tierra conoció en años.
Espero que les haya gustado, este cuento esta inspirado en los sucesos por todos conocidos que afectan al Amazonas en Brasil, ojalá aprendamos algo de esto.