«Días de Mariposa» es una novela corta en la que estuve trabajando hace ya un tiempo, la voy a publicar en pequeñas partes todos los martes a las 18hs hora Argentina, 23hs hora de España, 17hs Miami.
Espero que la disfruten:
Día Nueve
Desde que comenzó la primavera este era el primer día nublado, por la ventana se podía escuchar la bulliciosa estampida de vehículos que traían y llevaban a las personas en sus quehaceres; también se sentía la alta humedad en el ambiente que junto con el calor y el humo de los autos que subía a los cielos hacían de aquel día una jornada insoportable. En este día tan insoportable Juan observaba un punto fijo en la pared sentado en la cama, a su lado tenía el frasco con la mariposa tirada en el fondo apenas moviendo una de sus alas pero él la ignoraba a propósito, a esta altura de su historia, con los ojos secos, solo esperaba la culminación de la maldición que triunfaría sobre él cobrándose su vida.
-Hola Juan ¿Cómo estás? Vine a darte mi apoyo amigo, verás que todo va a salir bien –le dijo su amigo José, quien había ido a visitarlo.
Juan lo miró y no le contestó, simplemente bajó la mirada hacia el suelo con tristeza.
Con lágrimas en los ojos José tomó su mano muy fuerte, aquel sujeto empalidecido y en estado de abandono hace unos días atrás era un rey radiante al que todos admiraban u odiaban pero jamás podían ignorar, entonces prosiguió.
-Yo sé que vas a salir de esta, siempre fuiste de corazón aguerrido y…
En ese momento por la ventanilla de la puerta vio Juan que una joven caminaba de un lado a otro varias veces con rostro de preocupación. Su mente en un ataque de euforia como si fueran fotografías una detrás de la otra la recordó y sus músculos de repente se tensaron y recobraron sus fuerzas.
-¿Esa chica es la que conociste en el baile de la primavera? –preguntó Juan sin mirarlo.
-Sí, se llama Laura, es mi novia, desde ese día somos inseparables –le contestó José sonriendo.
Juan rápidamente se levantó, tomó su frasco y empujó a José, luego de un golpe abrió la puerta y se abalanzó sobre la desprevenida muchacha tomándola del cuello con la mano que tenía libre.
-¡Vos, vos estabas esa noche! ¡¿Decime de donde la conocés?! ¡Vos sos su cómplice!
-No sé de qué me hablás –temblando del miedo le contestó la joven.
-¡A la bruja que me tiró esta maldición!
-No, no la conozco. No sé de quién me estás hablando.
-¡Soltála Juan! –le gritó José.
-Dame las llaves de tu auto y la suelto –dijo Juan apretando más aún el cuello de la sorprendida muchacha.
José metió la mano en su bolsillo y tras revisar cual era la correcta le dio las llaves de su auto, mientras tanto la seguridad del hospital estaba tras de Juan esperando que él tome las llaves para atraparlo pero por más que lo intentaron varias veces no pudieron reducirlo y Juan, tras forcejear contra estos, los dejó exhaustos y escapó.
“Debo huir” pensaba Juan “voy a ir al bosque y mataré a esa perra, entonces no moriré solo.”
-Hola –dijo la mujer tras levantar el teléfono.
-Doctora Medina, el paciente de la habitación 219 ha escapado, se está llevando todo por delante, ni siquiera la seguridad puede detenerlo.
-¡¿Qué?! ¡Inyéctenle un tranquilizante y déjense de jugar carajo! –contestó la Doctora y tras cortar enfadada el teléfono se dirigió rápidamente a constatar lo que estaba ocurriendo.
Juan corrió por los pasillos del hospital ante los ojos sorprendidos de los que se encontraban en su camino, los enfermeros y los agentes de seguridad trataban de atraparlo pero él los empujaba y desde el suelo le veían seguir su marcha sin detenerse; hasta que llegó al estacionamiento donde lo esperaba un coupé azul propiedad de su amigo José, probó nervioso las llaves y una vez dentro arrancó el motor del automóvil huyendo rápidamente del lugar. Una ambulancia salió tras de él y luego se le sumó la policía que también había sido alertada. Con el ceño fruncido y balbuceando Juan cambiaba de marcha a gran velocidad esquivando autos y personas hasta llegar a la autopista que lo conduciría al bosque, desde el aire era notable y atrapante la persecución entre el coupé azul, la ambulancia y los vehículos de la policía.
Tras varias horas de viaje y de persecución, después de tomar una buena distancia entre su vehículo y sus perseguidores, llegó al bosque en donde se adentró bruscamente girando a su costado, a partir de aquí estuvo ocupado esquivando árboles y troncos caídos para dirigirse a lo más profundo del bosque.
Su tiempo se terminaba, ya había comenzado el último día de la mariposa.
…continuará.
Un comentario sobre “Días de Mariposa 18”