-¿Sabés que?- me miró a los ojos el flaco anciano- yo soy catequista, y una vez estando en un congreso en Buenos Aires tuve una visión- me decía y abría los brazos y las manos.
-¿A si?- le respondí mientras atendía a un cliente en el local- ¿Y que vió?
-Bueno, había una vaca escuálida y monstruosa sobre un monte y abajo un bañado, la cuestión es que la vaca monstruosa bajó corriendo y destruyó todo a su paso; eso fue lo que ví.- me dijo aquel hombre, con el cual habíamos tenido una conversación cuatro años antes.
-Si, es que hay cosas que ya vimos- le dije, y agregué algunas fechas de acontecimientos del pasado en nuestra región- lo importante es que la gente haya aprendido la lección para no cometer los mismos errores.
-Ves, cada uno tiene un don y ¿Sabés cual es el tuyo?- me decía mientras me tomaba el brazo- el tuyo es el del discernimiento, porque te das cuenta de las cosas que otros no se dan cuenta. En los ejércitos antiguos había pocos hombres que tenían ese don, y se los usaba para convencer a los soldados. Tenés un gran don.
Me quedé en silencio cuando me lo dijo, no lo miré y traté de no mostrar sentimiento alguno.
-Yo lo que hago hoy por hoy es trabajar en el sentido común, porque ellos dicen cosas en contra nuestra como si fueran cosas que fueran producto de la naturaleza, y la gente se lo cree porque es lo que llaman «normal», asi que hago la «batalla cultural» para cambiar ciertos paradigmas.- le respondí
El anciano me sorió, aceptando mi labor.
-Bueno me tengo que ir, chau, suerte- me dijo y se retiró del local.
Me faltó contarle porque hago la batalla cultural, porque mansamente trato de convencer a otros, es porque para mí lo inevitable de las profecías no son tal, estamos aquí y debemos actuar para vivir mejor y ser felices; además yo también tuve un mensaje en un sueño, una situación que al menos me obliga a luchar para que no suceda, el sueño era el siguiente:
Estaba hablando con aquel sujeto que supuestamente debería guiarnos para vivir mejor, le decía «¿Por que hacés eso? ¡Vos tenés que ayudarnos!» «¿No ves que lo que nos hacés en contra no sirve para nada y al final a vos tampoco?»
La cuestión es que mientras hablaba con ese personaje me miraba con los ojos llenos de odio, y sonriendo con maldad me hincaba un cuchillo en el estomago.
Fin.