El fuerte sol del mediodía convertía en un inmenso espejo al tranquilo río, y en medio de este, una pequeña canoa compartida por un hombre y un pequeño niño; el hombre movía sus brazos como en un baile mientras tiraba su linea al agua para ver si sacaba algún pez para que sus hijos puedan comer ese mismo día, solo un pez hacia falta, y al día siguiente repetiría la escena, como buen pescador que vive y se alimenta de lo que pesca.
La carnada cayó al agua ocasionando una pequeñas olas, los pájaros en las ramas del espeso monte que rodeaba el río observaban esperando la posibilidad de atrapar algo que salga de las aguas, pero este parecía un día con poco pique. El hombre miraba tranquilo los árboles, acostumbrado a estar esperando largas horas para atrapar algo, su piel quemada por el sol, su rostro de facciones duras y sus ojos secos por el calor así lo demostraban; y el niño, en silencio, miraba atentamente a su padre, esperando cualquier instrucción que él le dé, debía aprender lo mejor del oficio, porque su destino seguro también sería el de ser pescador.
Después de unas horas la linea se tensó, algo había mordido el anzuelo, el hombre se preparó para sacar al pez del agua, daba linea y tiraba en un juego de agotar al animal, al pasar como dos horas de extenuante lucha, algo no muy acostumbrado para él, finalmente fue acercando al pez a la superficie; pero no era cualquier pez, el río alrededor del lugar comenzó a iluminarse con una luz dorada y cuando saltó del agua el hombre y el pequeño niño quedaron sorprendidos, era un animal hermoso, de un color oro brillante como el metal.
-¡Ven, ayudame!- le dijo el hombre a su hijo.
El niño se acercó pero ya era tarde, la linea se había cortado y el pez se marchó hacía el fondo iluminando su camino; mientras lo hacia tras de si, el agua empezó a burbujear como si estuviera hirviendo y de repente cientos de peces comenzaron a saltar del agua, algunos pájaros aprovecharon la situación y se llevaron su presa; los pescadores también, pero solo uno llevaron, ya que su tradición era de tomar solo el que iban a comer en el día.
-Vamos a casa- le dijo el hombre a su hijo, con el rostro lleno de alegría porque habían visto algo sorprendente, algo que no olvidarían el resto de sus vidas.
Y así fue, nunca habían olvidado aquel pez dorado, tal es así que el niño se volvió anciano, el monte terminó desapareciendo y en su lugar se levantaban grandes edificios; el agua también cambió, volviéndose sucia y contaminada por los desechos de la ciudad que se erigió en el lugar. Noventa años separaban aquel suceso de este hombre viejo que intentaba, a orillas del río contaminado, pescar ese pez de oro.
-¿Porqué no dejás eso?- le decía un indigente que le hacía compañía-No vas a pescar nada, desde que se construyó la represa que abastece a la ciudad de energía ningún pez se volvió a ver.
El anciano lentamente, con los musculos ya secos por la edad, tiró la linea con la carnada al agua, ignorando a su acompañante.
-Te lo digo en serio- continuaba hablando el indigente- lo sé porque yo ayudé a construirla, pero esos malditos me despidieron cuando me negué a continuar con la estafa de los contaminantes que tiraban al rio. ¡Malditos! ya nada de vida le queda al río- dijo el sujeto no pudiendo controlar su ira- me voy, no puedo verte continuar todos los días haciendo lo mismo, ya no te soporto.
El indigente se fue, atormentado por sus propios problemas, y el anciano quedó solo hasta que se hizo de noche.
Al pasar algunas horas, sorprendentemente algo mordió el anzuelo, y el río oscurecido por la contaminación comenzó a iluminarse como aquella vez en el pasado, el anciano luchó con todas sus fuerzas, las ultimas que le quedaban para ver a aquel pez de oro que conoció cuando era pequeño y que tanta pesca había dado a los pobladores del lugar. Finalmente el pez saltó del agua, pero esta vez su tamaño era diez veces mas grande que esa vez.
-Que bueno, que bueno-dijo el anciano y exhaló su ultimo aliento.
El gran pez dorado se quedó en la superficie, cerca del anciano y sin cortar la linea se alejó hacia el fondo del río llevándose el cuerpo de aquel hombre con él.
Minutos después el agua comenzó a largar burbujas como si hirviera, y se escuchó un estruendo espantoso, un ruido tan fuerte que hizo que todos en la ciudad prestaran atención, era como una explosión que venía desde la represa, luego todos se aterraron al ver que esta se había roto y desde los escombros de la represa caída brotaban entre las aguas grandes peces, miles de peces que habían crecido en tamaño como si nunca hubiesen visto depredador en su vida y junto con grandes olas se acercaban a la desdichada ciudad.
FIN!!!!