Era un día cualquiera, una rutina cualquiera, debía hacer un quehacer propio del hombre de ciudad; me alcanzaba con unos minutos para llevarlo a cabo, así que tome la moto y la mochila para ir a ese lugar. Una vez allí, estacioné la moto y le puse candado, luego me dirigí hacia la cinta mecánica, cuando pisé la cinta mecánica dejé que ella me lleve hacia mi destino; puse mis brazos sobre e posa brazos y me quedé parado mirando hacia arriba, podría caminar sobre la cinta para no perder tanto tiempo, pero ¡¿Qué tipo de pecado es éste?! Para eso está la cinta ¿Porqué debería hacer un esfuerzo más si la cinta mecánica lo hace por mí?
Como las luces al final del túnel, el cartel hacia el que me dirigía decía en letras grandes y chillonas «Supermercado.» Tomé un carrito y me dirigí a la sala de recepción para dejar mi bolso, estando ahí con mis llaves golpeaba la mesa y contaba 1, 2, 3 mentalmente por cada golpe qué hacía con la llave en la mesa. 1, 2,3, golpe; 1,2,3, golpe; 1, 2, 3, golpe mientras miraba las anteriores marcas de mi llave y también otras marcas que no las había hecho yo, producto de otras almas impacientes. Hasta que por fin fui atendido.
Dejé mi bolso y tome el número para después poder retirarlo, miré mi reloj y entré en la selva de colores de cajas y productos varios pero que no estaban en mi consideración; sólo debía llevar aquel producto, único producto que fui a buscar. Pero las luces, esas luces blancas encandilantes y el brillo de todos las cajas y envoltorios confundió a mi mente, comencé a cargar el changuito con muchos productos que no eran los que fui a buscar y olvidé para que había ido a ese lugar; cajas de leche, cajas de arroz, caramelos, chocolates, algo que no se para que servía; cajas azules, rojas, amarillas entraban y salían del changuito, era como si volaban, a veces se movían solas, cruzaban delante de mí como globos con helio que no podía agarrar , no tenía control sobre ellas, ellas tenían el control sobre mí.
Entonces recordé que era lo que fui a buscar, así que sin mirar quité todo la que tenía el changuito tirándolo al suelo y fui hasta el fondo del lugar. Allí estaba ese producto en oferta, «una oferta que no puedes dejar pasar» ¿Cuál era esa oferta? Pues por cada unidad que lleves de este, recuperarás la mitad del tiempo que perdiste en encontrarlo.
¡Una oferta increíble! ¿No les parece? Así que cargué todo lo que pude y recuperé toda la mañana; y eso no es todo, aproveché y me fui a la costa a tomar un trago mientras miraba sin pensar en nada el horizonte y como las olas llegaban a la playa ¡Que buena manera de ocupar el tiempo!
Se los recomiendo, busquen en sus supermercados ese producto, «es una oferta que no pueden dejar pasar.»
FIN!!!