Libro con cuento exclusivo «La Bella Sinfonía de los Truenos de los Mil Años»

Hola mis amigos, he hecho mi primera compilación de cuentos en un libro independiente al que he titulado «Cuentos fuera del Tiempo». En dicho libro se encuentran las historias que ya conocen de este blog más una historia exclusiva que lleva de titulo «La Bella Sinfonía de los Truenos de los Mil Años»

Portada de Cuentos Fuera del Tiempo escrito por mí

Me animé a hacer este libro debido a la cuarentena obligatoria, y al pertenecer a un rubro que no es esencial para la población, debo buscar la manera de conseguir ingresos para atravesar estos tiempos complejos.

Puedes adquirir mi libro de las siguientes maneras:

A través de mercadopago (Opción que me es más útil debido que se usa en los comercios de mi país)

mercadopago: https://www.mercadopago.com.ar/checkout/v1/redirect?pref_id=280328192-355872ab-13d3-4f63-b30b-c1828609fd16

a través de Paypal: paypal.me/DiegoCristaldo a precio de 4,5

o en la siguiente pagina:

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me deben indicar una vez hecha la compra el email para que les envíe el archivo y si lo quieren en formato pdf o en formato epub para leerlo en aplicaciones móviles

Desde ya los saludo a todos y les deseo que todo este tiempo pase pronto para que recuperemos nuestras vidas normales.

Encoronados con virus

La vida del empresario hace que no puedas parar nunca, así que tomé mi portafolios y me dirigí rápidamente al aeropuerto; en el auto, mientras manejaba en silencio mi chófer, abrí mi notebook y comprobé el estado de las acciones de la empresa en la bolsa, no era una buena jornada, me mensajeé con colegas y todos estaban como yo, atentos a sus notebook y a sus celulares para ver como en una matriz gráfica obtenida a través de un programa, números de color rojo con comas se convertían en verdes y viceversa; me ardían un poco los ojos al mirar la pantalla, pero nada me detuvo en mi vida en mis mas de 30 años en el negocio, así que no le dí importancia.

-¿Y si invertimos acá o allá?- le decía por celular a un colega.

-Mejor vendemos acciones de acá y compramos esta de allá- me respondía mi colega.

Mientras tocaba mi frente caliente, calculo que por los nervios, el numero en el gráfico pasó de rojo a verde.

-¡Bien hecho!- festejamos los dos al unisono.

Finalmente llegamos al aeropuerto, estaba llamativamente vacio, «va no es mi problema» pensé y mientras caminaba apurado para subir a mi avión conversaba con otro colega por celular. ¡Necesitamos convertir mas números rojos en verdes!

En el check in dejé mis papeles en el mostrador, sin mirar, como de costumbre, ya que los empresarios como yo no tenemos tiempo para mirar a la gente, esperé el tiempo acostumbrado, dije las frases de memoria casi impecablemente porque la interrumpí un par de veces a causa de una pequeña tos pasajera, como siempre tomé mis cosas y sin dejar de hablar por teléfono subí a mi avión.

No tuve problemas para sentarme, ya que el avión estaba vacío, «parece que arribé muy temprano» pensé y al rato abrí mi notebook para ver como rendían nuestras acciones por ultima vez antes de desconectarla. Siempre aprovecho el viaje en avión para dormir un pequeño rato, cerré los ojos y sentí como el avión despegaba, luego de un momento los abrí y al mirar a los costados descubrí que en el avión nadie mas estaba conmigo; confundido me fregué los ojos y me acerqué a la ventanilla del avión, efectivamente, estábamos volando.

Creo que a causa de la situación tan anormal me agité un poco y me costó respirar, ya no soy tan joven, así que me tomé unos minutos para relajarme, hasta que finalmente el piloto del avión se digno a hablarle a los pasajeros, en este caso al único pasajero que era yo.

-«Señores pasajeros- se escuchó la voz tranquila y gruesa del piloto- queríamos informarle que, a causa del brote y expansión del nuevo virus, entramos en cuarentena».

«¿Cuarenena?» pensé yo mientras me costaba aun mas respirar.

-«Así es, cuarentena»- respondió a mi pensamiento- «estaremos los próximos 15 días suspendidos en el aire hasta cumplir con el protocolo de seguridad para evitar el contagio.»

Quise levantarme del asiento pero el cuerpo no me respondía. El piloto continuó.

-«Y por seguridad de los demás, los infectados no podrán levantarse de sus asientos.- «pero ¿Qué pasará con mis números rojos y verdes? ¿Quienes se preocuparan por mis pequeños numeritos por los próximos 15 días?» pensé preocupado, finalmente el piloto concluyo.

– » Que tengan todos ustedes un muy feliz viaje».

FIN!!!!

Espero que les haya gustado esta corta historia (aunque es un poco aterradora ¿No? jeje) Cuídense, lávense las manos y sigan los protocolos de seguridad para que estos tiempos solo pasen como una anécdota. Que tengan todos ustedes un buen fin de semana.

El asesinato del Padre Ignacio

El sacerdote Ignacio saludaba a los fieles que se despedían cuando terminó la misa. Las señoras habitué del halago sin fin se acercaban al cura para ganar puntos en su competencia por «la más come velas» del pueblo y mientras él les saludaba, observaba con el rabillo del ojo a un hombre terriblemente desalineado que estaba sentado al fondo del espacioso templo, esta persona de traje marrón sucio y apestando a alcohol, sujetaba fuertemente su portafolios y no le quitaba la mirada de encima.

Cuando finalmente se retiró del lugar la mayoría de los creyentes, este hombre se le acercó.

-Padre, necesito confesarme- le dijo el desconocido, mientras con un pañuelo secaba el sudor de su pálida frente.

-Bien hijo mio- le respondió el sacerdote- espérame en el confesionario para que pueda ayudarte.

El hombre se arrodilló en el confesionario y supo que el sacerdote estaba del otro lado de la ventanilla al escuchar el rechinar de la vieja madera del icónico mueble de caoba rojizo, donde las almas perdidas expulsaban sus secretos. La ventanilla tras la rejilla de madera se abrió y escuchó la voz del santo anciano.

-Bendiciones hijo mio- le dijo el cura- cuéntame que es lo que aqueja a tu alma.

-Bendíceme padre, porque vivo en el pecado- le dijo el apesadumbrado hombre- Mi nombre es Arturo Sánchez; mi última confesión fue, ya no lo recuerdo muy bien, tal vez cuando era niño.

-No te preocupes hijo mio- le dijo el cura mientras reía en sus adentros- ahora estás aquí, dime tus pecados e intercederé con el santo padre para ayudarte.

-Es mi mente padre, me atormenta; está llena de malos pensamientos, llena de odios y de violencia.

-Esta bien hijo, voy a ayudarte- dijo el cura con intención de no alargar demasiado la confesión.

-Espere Padre, aun no he terminado-lo interrumpió el preocupado hombre-me urge hacerlo y tengo que pedirle permiso a usted.

-Si, te escucho hijo mio.

-Necesito que me dé permiso para asesinarlo.

El sacerdote abrió grande los ojos y contuvo la respiración. El hombre continuó.

-Así es, debo matarlo a usted, pero no puedo hacerlo sin su permiso, no podría vivir tranquilo si lo mato sin que usted me deje hacerlo.

El cura temblando intentó abrir la puerta del confesionario, pero la vieja cerradura se había trabado, se dió cuenta que huir cobardemente no era una opción, debía intentar convencer a su asesino confesor de que no cometiera tal pecado.

-Hi… hijo, eso es un pecado muy grave-dijo el sacerdote con la voz temblorosa- y más asesinando a un representante directo de Dios en la tierra ¿Te imaginas cuan grande es esa falta ante los ojos del altísimo?

-Lo sé, lo sé, y eso me duele; pero mi mente está tan llena de tormentos que pienso ¿Que más da? Si estoy tan empantanado en el pecado que llevar a cabo otra aberración no cambiaría nada.

-Hi… hijo no es asi, aun puedes arrepentirte de tu pecado y Dios te escuchará, el te perdonará.

El cura volvió a intentar abrir el confesionario pero por mas que insistía la puerta no cedía, su desesperación creció aun mas cuando vió que aquel hombre buscó algo en su portafolios y terminó escuchando un sonido metálico. Intentó cerrar la ventanilla pero esta también, para su mala suerte, se encontraba atorada.

El cura se agachó dentro del confesionario para refugiarse con la esperanza de que el hombre se fuera, pero este aun estaba ahí, finalmente el anciano suspiró, y recordó su larga trayectoria como sacerdote; tenía muchos recuerdos buenos, pero también había cosas que no eran del todo buenas, y tal vez esta era su redención final, tal vez él también debía pagar por algún pecado inconfesable.

-Está bien- dijo el cura con la voz cansada-puedes matarme, puedes terminar con mi vida.

-Gracias, bendito padre.

El sacerdote Ignacio no quiso mirar a su ejecutor, pero sentía que algo tenía en sus manos, luego entregándose al altísimo escuchó un click, era el fin.

Apretó fuertemente los ojos esperando su desvanecimiento pero esto no ocurrió, luego lentamente los abrío mirando hacia los lados, miró por la ventanilla y ya no había nadie. Probó la ventanilla y funcionaba perfectamente, luego probo la puerta y esta se abrió sin ningún problema. El cura salió temblando y extasiado de felicidad, estaba vivo.

«¡Estoy Vivo! ¡Estoy vivo!» pensaba y caminaba de un lado a otro con felicidad en el desolado templo. Pero ¿Que habrá sido de aquel hombre? Arturo Sánchez ¿Quién era ese hombre?

Finalmente, tras pasar unos días el cura descubrió quien era aquel sujeto, cuando al leer el diario, en la sección de cuentos descubrió una historia hecha por un escritor llamado Arturo Sánchez, la cual se titulaba «El asesinato del Padre Ignacio.»

FIN!!!!!

Espero que les haya gustado el relato. Saludos y que tengan una excelente jornada.