El hijo de la muerte

¿Que ha sucedido en el prospero reino del Norte?

Los niños ya no juegan en sus plazas, y las fuentes ya no dan limpias aguas, sus hermosos edificios se convirtieron en ruinas y sus armas de guerra yacen raídas por el oxido y el olvido.

¿Qué pasó con el respeto que le tenían al Rey Andrew? Aquel noble hombre, aquel digno rey; pues que no era tal, y el pueblo lo descubrió en sus fechorías a causa de un hijo bastardo llamado Abel, el hijo del Rey con la ultrajada Diosa guardiana de las tierras bajas, saqueadas por este hace muchos años atrás.

Todo ocurrió en la boda del príncipe legitimo, entre bailes, licores y disfraces de gala; en una hermosa noche de primavera alumbrada por la luna llena y adornada por las flores que caían de los fértiles árboles. Cuando todo era algarabía, entró encapuchado Abel quien no había sido invitado, y sin mediar palabra alguna cortó el cuello del que debería ser el próximo rey.

Cuando los soldados y el rey reaccionaron ya era tarde, el joven hombre de delicado rostro estaba muerto en el piso bañado en su sangre, se habían confiado en su prosperidad y no vieron venir lo que ocurriría.

-¡Padre!- gritó Abel al quitarse la capucha y soltar la daga homicida al suelo.

-¡¿Quien eres maldito asesino?!- le respondió el rey al reconocerlo y se acercó velozmente hacia Abel con la espada en la mano- solo tengo un hijo, solo tengo al que has asesinado.

-Soy tu hijo, y soy el hijo de la Diosa guardiana de las tierras bajas, diosa que mancillaste y tierras que destruiste con malicia horrenda para saquearla, malicia propia de un demonio.

EL rey con los ojos llenos de lagrimas de odio clavó su espada en el pecho de Abel, ante los espectadores atónitos.

-¡Soy el hijo de este diablo!- gritó Abel mientras enterraba con sus manos la espada en su pecho- ¡Soy el hijo de la Muerte encarnada en la Diosa Guardiana! ¡Soy la venganza de las tierras bajas!

Del pecho de Abel comenzó a salir una podredumbre extraña que rompió la espada, el Rey fue empujado hacia atrás por sus fieles caballeros.

-Protéjase mi Rey- le dijo su mano derecha mientras clavaba su lanza en el costado del moribundo Abel, y de la nueva herida también salió ese extraño liquido, las armas no servían para detener lo que habría de ocurrir.

Abel cayó muerto, y su sangre comenzó a salir de color negro extendiéndose en el suelo como si tuviera vida, la bellas mujeres y los elegantes hombres presentes huyeron horrorizados cuando la sangre de aquel extraño sujeto comenzó a tocar sus prendas, pero era en vano huir, la podredumbre se metía en su piel y las dejaba llena de manchas negras, luego de unos momentos les oscurecía el corazón y les quitaba el aire provocándoles la muerte.

El Rey Andrew gravemente herido en su alma a causa de la desgracia ocurrida solo atinó a sentarse en su trono, entrecruzó sus dedos y apoyó su cabeza sobre sus manos para ocultar su vergüenza; en esa posición encontró la muerte al ser tocado por la sangre maldita de Abel y así quedó su cadáver durante los siglos venideros.

El pueblo entró en confusión, la podredumbre se extendió por todo el reino matando todo lo que tocó, de las fuentes ya no volvió a salir agua, solo esa podredumbre maldita; podredumbre que se mantuvo ahí por los siglos siguientes, podredumbre que salió por venganza de la sangre derramada del hijo del diablo del norte y de la muerte encarnada en la diosa guardiana de las tierras bajas.

FIN.

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