Los olvidados del monte

-¿Porqué llora tanto ese bebé?- le decía el Pedro a la Juana mientrás revisaba el filo de su hacha- y bue, sigo con lo mio.

El lánguido hombre se levantó del tronco en el que estaba sentado tambaleando por la borrachera y comenzó a hachar un árbol de quebracho. Junto a otros hombres que hachaban sin parar, llenaban el aire de una melodía del corte constante en la madera, y junto con esta, un humillo rojizo del aserrín mezclado con el tanino llenaba el lugar.

La mujer carraspeó y escupió a un costado una mezcla de tabaco con la mugre, atrayendo al niño hacia si intentaba amamantar con el pecho seco al pequeño. El niño no paraba de llorar, entonces la madre lo mecía y le daba golpecitos en la espalda para que se calmara.

-¡Abajo!- gritó uno de los hacheros y un árbol gigante cayó como un saldado muerto en el monte.

La mujer tapó los oídos de su bebé para que no escuchara el estruendoso ruido y no se asustara, pero el sonido había llegado a él, ya era tarde.

Los pájaros escapaban atemorizados, con la caída de los arboles de quebracho venía el envejecimiento de los olvidados. y Sin poder hacer nada, la mujer se volvía anciana y el niño se hacia hombre. Escuálido este niño hecho hombre se sentaba en un tronco y le daba un sorbo a una caña amarga hasta emborracharse, sin levantar la mirada le daba un trago largo tras otro, hasta que una mano seca de tanto hachar y hachar el monte ajeno le tocaba la cabeza. Esta mano era de su ya anciano padre, que venía a traerle el hacha para que él continuara cortando en el frondoso monte.

-¡Abajo!- grito otro hombre, y asi caía otro gran quebracho envejeciendo a este niño hecho hombre.

Así era la vida de los olvidados de la historia en las tierras de la Forestal.

Fin.

El maestro de la música popular argentina Horacio Guaraní cantándole a las historias de «La Forestal»

La bella sinfonía de los truenos de los mil años

Los guardianes de las inmensas puertas de oro adornadas con cristales se hicieron señas tras ver la impaciencia de los presentes, entonces se dispusieron a tirar las cadenas que abrirían dichas puertas, el gran teatro daba la bienvenida a los millares de seres que desde hace años esperaban el recital con ilusión. Todos conocían el gran talento del compositor, este era en verdad el mejor de la historia de los que se animaron a hacer música hasta el momento, tal era el caso que el reino entero se había puesto de fiesta para la ocasión.

  Desde el más pequeño de los seres hasta los más grandes tomaron sus lugares respetando sus tamaños y sus capacidades para percibir el espectáculo, hablando entre sí de que con que los sorprendería el director de la obra esta vez, se podía ver las filas interminables de asientos; tal era su cantidad, que las filas se perdían a lo lejos y solo se podría ver al último con los ojos especiales que solo le eran otorgados a pocos seres y justamente estos eran los que ocupaban los lugares más alejados. También se encontraban situadas en lugares especiales las cuatro bestias colosales, que ubicados arriba debido a su gran tamaño, observaban junto a todos los seres voladores el lujoso escenario diseñado especialmente por el organizador del evento. De un lado los seres del agua y los de las profundidades del agua, del otro los seres de fuego y los de las profundidades del fuego; conversando entre sí, convirtiendo el sonido del ambiente en vientos armoniosos; no tenían contiendas entre ellos ya que el amor y la amistad los unían. Los pequeños juntos en millares en lugares pequeños como así los enormes que a su vez tenían seres más pequeños sobre sí esperaban con gran curiosidad, hablando, riendo, señalando las características únicas del lugar y con gran admiración, que se dé comienzo el show….

Extracto del cuento «La bella sinfonía de los truenos de los mil años» el cual pertenece exclusivamente al compilado de cuentos llamado «Cuentos fuera del tiempo»

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(Cuentos del mundo) México: La Llorona

He aquí

En un día muy gris

La familia se había reunido

En el lugar ya definido

Para despedir al señor de la casa

El que fortuna ahora ya no amasa

Y que su empresa a lo último ha fundido.

«Ni una lagrima mis hijos»

La señora a sus chicos dijo

«Para este hombre malvado

Que en mis huesos el mal a calado

Y que mal ha hecho a sus hombres

En blanco entregó a estos los sobres

Sin dinero por sus lavados».

«Así es mi madre»

Dijo el más parecido al padre

«Este hombre que nunca nos dio amor

Y que llenó nuestras vidas de dolor

Se va dejándonos sus males

Deudas y juicios como mares

Que hasta a los santos llena de estupor».

El cura ahí miraba con desprecio

El ataúd de bajo precio

Con el cual este cristiano

Sería entregado a los gusanos

Porque al cielo no iba a ir

El mismo cura no lo iba a permitir

Rezándoles a todos sus santos.

Escupió el enterrador

A este hombre aterrador

Al que nadie en el pueblo quería

Por tener tan mala vida

Antes de taparlo con tierra

«Te odio pedazo de mierda»

Pensaba mientras lo hacía.

Todos se marcharon

Con una piedra lo taparon

Porque cruz no le pusieron

Sin pena se fueron

Para olvidarle pronto

Hacer un luto corto

Tampoco ellos nada dieron.

Todos se fueron menos una mujer

Se acercó cuando empezó a llover

Puso una cruz y también unas flores

Hermosas de varios colores

Mientras perdía todo el encanto

Ya que se quebraba en llanto

Al ver al amor de sus amores.

Ay, ay, ay lloraba

Lo que digan los demás no importaba

Si era un hombre malvado

Nadie como él la había amado

Ella nunca lo olvidaría

Porque a ella amo como a nadie en la vida

Mientras por todos era odiado.

Ay, ay, ay se lamentaba

De su herida aun no sanada

Que ha su pecho había secado

Por el niño no amamantado

Castigado por el desamor

Del hombre que la dejó

Y por el cual había pecado.

Ay, ay, ay la mujer lloró

A todos algo enseñó

No importa lo que hagas

Todas las cosas malas

Alguien te va a querer

Y no te querrá perder

Aunque al infierno te vayas.

Fin

El Show continúa (final)

-Buenas noches querido público, esta para mí no es una noche cualquiera, es una noche especial, porque especial es esa persona que está ahi en mi público querido. Y suena la música.

El acrodeón comenzó a sonar junto con el bajo y los demás intrumentos mientrás los musicos se movian de un lado hacia el otro en un corto baile, la gente se fué contagiando con la alegre melodia; Alberto, con un gran esfuerzo, también bailó de un costado al otro y sin dejar de bailar tomó aire para cantar:

«Triste estaba mi corazón roto,

ni siquiera esa bella canción ,

que a todos hace bailar,

podía calmar mi soledad.

Pero apareciste tú,

entre toda la gente

me hiciste perder la mente

y el show continuó, una vez más»

La gente emocionada, comenzó a bailar y cantar, tanta gente y de tantas edades, jovenes que conocían por primera vez el amor, como asi también las personas mayores, que habian crecido con esa canción, y que ahora les recordaba todas esas noches de baile y de aventuras amorosas. Y entre el público, la que Alberto vió, Laurita, bailando alegremente y sonriendo.

«Y bailamos, y bailamos,

toda la noche bailamos sin parar,

y nunca más me sentí solo,

esa noche aprendí a amar.»

Alberto comenzó a bailar alegremente y Laurita se fue acercando al escenario, mientras los otros musicos seguían cantando:

«Y bailamos, y bailamos,

toda la noche bailamos sin parar,

y nunca más me sentí solo,

esa noche aprendía a amar.»

Sonaba el acordeón con una alegre melodia, Laurita subió al escenario y tomó de las manos a Alberto, en un abrazo se mezclaron y no dejaron de bailar, mientras Alberto se tomó el pecho y cayó al suelo, y también cayo al suelo el acordeón, y corrió su hijo hacia él, pero el sonido del intrumento no paró y Alberto y Laurita tampoco dejaron de bailar.

Así Alberto se despidió, en un baile eterno junto a Laurita, y se fueron a recorrer las noches, en cada fiesta, en cada belada romantica, estaban ellos dos bailando al son de esa alegre canción, cuyo nombre era «El Show continúa»

Muchas Gracias, espero que les haya gustado

Nuevo cuento «El Show continúa»

-Alberto ¿Estás listo? Te ves un poco pálido.

-Tranquilo José, vengo haciendo esto desde hace más de treinta años- contestó Alberto luego de un breve silencio.

José miró a un hombre que estaba recostado contra una pared y con una mezcla de ira y de frustración le habló.

-Anibal ¡Este es el cuarto show en la misma noche! No podemos seguir asi, ya no estamos en edad.

-¿Y qué querés que haga?- le respondió Anibal sin dejar de cruzar sus brazos y sin levantar la mirada- Tenemos que pagar las cuentas, están nuestras familias atras que mantener y ademas comemos y bebemos como desgraciados.

Los hombres rieron diluyendo el momento de tensión.

-Yo estoy bien, ademas hoy vino Laurita- Alberto miró a José con alegria- ¿La has visto entre el público?

-No sé ¿Anibal, hay alguna Laurita entre el público?

-Y habrá como veinte Lauritas seguro- contestó Anibal sonriendo.

-Vamos a apurarse, la gente se esta enojando- gritó alguien desde el otro lado de la cortina del escenario.

-Bueno estoy listo- dijo Alberto, se paró, acomodó su camisa floreada y tomó aire para mejorar su encorbada figura.

-Por fin, la espera ha terminado- decia el presentador levantando la mano sobre el escenario ante un exasperado público, cansado ya de que nadie les dijera nada por el retraso- Con ustedes, Alberto «Tito» Albarado y sus «Lideres de la música tropical.»

Despacito fue entrando Alberto al escenario, junto a algunos aplausos, pocos aplausos, de las muchas personas que esperaban el show. Antes de ir al microfono se acercó a uno de los acordeonistas y se apoyó sobre su hombro.

-Hijo, hoy vino Laurita- le dijo Alberto sonriendo como un niño.

-Papá, no digas eso- le contestó el muchacho mostrando tristeza en su rostro.

Alberto le dio dos golpecitos en el hombro y caminando lento se dirigió al microfono en el centro del escenario.

-Buenas noches querido público….

…continuará.