Los olvidados del monte

-¿Porqué llora tanto ese bebé?- le decía el Pedro a la Juana mientrás revisaba el filo de su hacha- y bue, sigo con lo mio.

El lánguido hombre se levantó del tronco en el que estaba sentado tambaleando por la borrachera y comenzó a hachar un árbol de quebracho. Junto a otros hombres que hachaban sin parar, llenaban el aire de una melodía del corte constante en la madera, y junto con esta, un humillo rojizo del aserrín mezclado con el tanino llenaba el lugar.

La mujer carraspeó y escupió a un costado una mezcla de tabaco con la mugre, atrayendo al niño hacia si intentaba amamantar con el pecho seco al pequeño. El niño no paraba de llorar, entonces la madre lo mecía y le daba golpecitos en la espalda para que se calmara.

-¡Abajo!- gritó uno de los hacheros y un árbol gigante cayó como un saldado muerto en el monte.

La mujer tapó los oídos de su bebé para que no escuchara el estruendoso ruido y no se asustara, pero el sonido había llegado a él, ya era tarde.

Los pájaros escapaban atemorizados, con la caída de los arboles de quebracho venía el envejecimiento de los olvidados. y Sin poder hacer nada, la mujer se volvía anciana y el niño se hacia hombre. Escuálido este niño hecho hombre se sentaba en un tronco y le daba un sorbo a una caña amarga hasta emborracharse, sin levantar la mirada le daba un trago largo tras otro, hasta que una mano seca de tanto hachar y hachar el monte ajeno le tocaba la cabeza. Esta mano era de su ya anciano padre, que venía a traerle el hacha para que él continuara cortando en el frondoso monte.

-¡Abajo!- grito otro hombre, y asi caía otro gran quebracho envejeciendo a este niño hecho hombre.

Así era la vida de los olvidados de la historia en las tierras de la Forestal.

Fin.

El maestro de la música popular argentina Horacio Guaraní cantándole a las historias de «La Forestal»

Nuevo cuento «El Show continúa»

-Alberto ¿Estás listo? Te ves un poco pálido.

-Tranquilo José, vengo haciendo esto desde hace más de treinta años- contestó Alberto luego de un breve silencio.

José miró a un hombre que estaba recostado contra una pared y con una mezcla de ira y de frustración le habló.

-Anibal ¡Este es el cuarto show en la misma noche! No podemos seguir asi, ya no estamos en edad.

-¿Y qué querés que haga?- le respondió Anibal sin dejar de cruzar sus brazos y sin levantar la mirada- Tenemos que pagar las cuentas, están nuestras familias atras que mantener y ademas comemos y bebemos como desgraciados.

Los hombres rieron diluyendo el momento de tensión.

-Yo estoy bien, ademas hoy vino Laurita- Alberto miró a José con alegria- ¿La has visto entre el público?

-No sé ¿Anibal, hay alguna Laurita entre el público?

-Y habrá como veinte Lauritas seguro- contestó Anibal sonriendo.

-Vamos a apurarse, la gente se esta enojando- gritó alguien desde el otro lado de la cortina del escenario.

-Bueno estoy listo- dijo Alberto, se paró, acomodó su camisa floreada y tomó aire para mejorar su encorbada figura.

-Por fin, la espera ha terminado- decia el presentador levantando la mano sobre el escenario ante un exasperado público, cansado ya de que nadie les dijera nada por el retraso- Con ustedes, Alberto «Tito» Albarado y sus «Lideres de la música tropical.»

Despacito fue entrando Alberto al escenario, junto a algunos aplausos, pocos aplausos, de las muchas personas que esperaban el show. Antes de ir al microfono se acercó a uno de los acordeonistas y se apoyó sobre su hombro.

-Hijo, hoy vino Laurita- le dijo Alberto sonriendo como un niño.

-Papá, no digas eso- le contestó el muchacho mostrando tristeza en su rostro.

Alberto le dio dos golpecitos en el hombro y caminando lento se dirigió al microfono en el centro del escenario.

-Buenas noches querido público….

…continuará.